
Hoy comentaba con
MA el
temita Tracey Emin. Ambos estamos fascinados con la figura de semejante figura. No por lo escultural, aunque visto lo visto podríamos comenzar también a fascinarnos por esto. La cosa surgió de una proyección de la dama que ayer decoró las palabras de
Peter Osborne. Era ella a medio vestir, pero aun vestida, y
desapatarrada, intentando
inútilmente meterse por el coño (no caben sutilezas de lenguaje hablando de la
emin) un mogollón de pasta, muchas monedas y algún que otro billete. Lo intentaba con ansia, a lo basto, sin medida, tapando cualquier posible visión de su intimidad más intima. Total, la foto, que como digo ocupaba toda la inmensa proyección no era, a entender de
Peter, más que una obra menor de la americana. Y como era menor no podría ser criticada, pues sólo las obras-obras, las mayores, pueden ser completadas y terminadas y salvadas de su ineludible condición de fragmento, por
algún crítico dispuesto a tal
hazaña. Total a la pobre
Emin y su retrato en semejante arduo intento ni se la considerará. Así pues la pieza esta quedará tal cual, fragmentada y con su
titularidad de pieza que no de obra de arte, con mayúsculas. Por qué le suceden estas cosas a la buena de
Emin, estando ella de tan buen ver como está (y no digo que está "buena" por que las verdaderas
femininistas no
hablan así), la verdad, no tengo (tenemos) ni la más remota idea. Ya se sabe,
penseurs sont des penseurs
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