lunes, 7 de septiembre de 2009

Eso haría yo


El Vaquero: Pedir un Wisky on the Rocks en la barra del APUAC
El mafioso: Matarlos a todos menos al camarero y después comerse un plato de pasta fresca en la cafetería ensangrentada
El aristócrata: Ir a meditar en un largo paseo por los jardines de su mansión
El esclavo negro: Cortar sus cadenas y huir lejos de aquí, allí donde la esclavitud no existe más
El torrevejense: Sacar la toalla y el jamón y montarse el chiringuito en el despacho
Gloría G: escribiría una novela, dos relatos, catorce artículos y una veintena de posts en el blog del becario fassssshon.

Yo: uno de esos días en que Rodrigo viene a dar la plasta por aquí, posiblemente baje a tomar un café, pero me decida por algo que me haga olvidar las tensiones a las diez de la mañana. Un chupito de algo ligero estaría bien, pero finalmente solo tendrán wisky. Se me subiría todo a la cabeza, y no se cómo deslizaría la mano en la cartuchera de Felipe, el de seguridad, y sacaría su arma con suavidad para meterla en mi abrigo. El resto está dictado por la situación: una carnicería de plomo y retórica contemporánea al más puro estilo Tarantino con Pippiloti Rist

Pero me recuerdo que el español cañí, el buen español, no hace esas cosas. Se contenta con una tapa de jamón en una terraza de Madrid y con la acera como única toalla. El mar, la calzada; y las olas, los coches al ritmo de los semáforos.

Eso haría yo. sonando levemente en todos los ordenadores de la oficina. Confuso, errado en mi actuación, caminaría hasta el parque para pasear un poco y aclarar mis ideas, pero solamente encontría un vacío en mi rugiente estómago. Comer un buen plato de pasta en uno de los restaurantes de las Flores sería una bueno opción, y posiblemente así se disimulara la sangre de mi camisa con las manchas de la salsa de tomate. Pero sin ser suficiente, reconocido por todos, rodeado por la policía, acosado, buscaría escapar por las ventanas traseras del restaurante, arrojándome a las zarzas y huyendo a un lugar en el que nadie me conociera, en el que no fuera nadie. Allí escribiría mis relatos, mis cartas y recuerdos, leería por el resto de mis días.


Eso haría yo.


Cosme Gauchet
(textos inéditos 2009)

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