jueves, 21 de mayo de 2009

Margarita de Valois en versión Alejandro Dumas


1845 Alejandro Dumas escribe una novela, "La reina Margot". Ella es bellísima y tiene una tendencia desmesurada a restregarse por la columnas de palacio mientras clama su necesidad de hombres, esta noche, necesito un hombre, y quien no... ella es puro deseo desparramado, un deseo que se focalizará en La Môle, pese a ser su amante el Duque de Guisa y su esposo el alitoso Enrique IV. La Môle será cepillado por la soberana en su misma noche de bodas en un rincón oscuro de un París pestilente de 1572. Luego, el mismo, y casi muerto en la cruenta noche de San Bartolomé de ese mismo año (6.000 hugonotes murieron, adultos, ancianos, niños...) caerá mal herido en brazos de la misma Margot, quien, tras curarle y verle escapar comienza a sollozar y a restregarse, una vez más, y a suspirar y a hacer todo eso que, por lo visto, tanto nos gusta hacer a las mujeres... luego rencuentro, amor y decapitación final, de él claro, no de ella. Un dramón como ven.


Nada se dice de su afición a los libros, nada de sus textos, nada de su afilada lengua, de su ingenio, de su protocolario respeto a Catalina de Medicis, su madre, de las formas de la corte. Nada. Todo se reduce a una belleza imposible, de revista ELLE con toques de Philadelphia de Kraft a lo lascivo. Intenso pelo negro y ojos azules, cutis blanquecino y vestido, sistemáticamente, a medio poner.


¿Por qué se construye una belleza de Top Model, por qué una hembra de cerebro más bien caprichoso y tontuno? ¿Por qué no se respetan sus memorias, auténtico documento de la vida en el París de finales del XVI?, ¿Por qué se sigue tergiversando la verdadera naturaleza de personajes históricos perfectamente documentados?

Generar aun imaginario popular distorsionado y asfixiante con el objetivo de vender muchos libros, o muchas películas o mucho de lo que sea y generar esa miserización de la mujer, esa con la que convivimos con tanta soltura que seguimos, una y otra vez, una y otra vez, llorando y desparramándonos por los amores perdidos, amores que antes o después, y siempre, habrán de ser decapitados.. ¿o no?



4 comentarios:

Blanca Andreu dijo...

Alejandro Dumas no era un historiador. A él lo que le gustaba es que no pudieras cerrar el libro hasta terminarlo. Para eso le pagaban.

Tengo toda la historia de Francia pasada a folletín por Dumas, y me fascina, la verdad. Sé de sobra que ninguno de los Luises fue como él los pinta, ni los Valois, ni los jacobinos, ni la Montaña, ni la Fronda, ni nada de nada. Ni siquiera creo en cómo relata todo eso la Historia, así que mucho menos un novelista.


Este comentario, que por otra parte me gusta muchísimo por lo culto, lo informado y también por-quizás lo más importante- el tono ( no tenía ni idea de que la reina Margot fuera tan excelente) me parecería igual de -digámoslo así- loco-por lo idealista-que pretender que las tragedias de Shakespeare sobre los Enriques y los Ricardos se atuvieran a la realidad hechos.

Ya lo decía Horacio: a los poetas y a los artistas les están permitidas ciertas licencias.Cuánto más a los autores de folletín, añado.

¿O es que la vida de Eneas fue como la pinta Virgilio?

gloria g. duran dijo...

La verdad que el folletín no está mal siempre que no retrate a las mujeres rigidizadas en un sólo rol, sea este el de virtuosas amas del hogar o de lascivas vivorillas dispuestas a todo por un buen polvo... y la verdad, en este caso, es este segundo rol el que le cayó en gracia a la erudita de Margarita.. si levantase la cabeza se iba a armar pues bien sobrada de genio andaba la dama.. te recomiendo "amantes y reinas" de craveri, benedetta

Blanca Andreu dijo...

Si lo encuentro, lo leeré

Blanca Andreu dijo...

Ah, y me encanta eso de que una dama nunca da ese tipo de datos.